Cada persona tendrá una definición diferente para la palabra felicidad, pero centrándome en las acepciones de la RAE tendríamos lo siguiente:
felicidad Del lat. felicĭtas, -ātis.
1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.
2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz.
3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos.
Y no puedo estar más en desacuerdo con la tercera. La felicidad no es tener una ausencia de problemas o inconvenientes, sino tener la capacidad de lidiar con ellos, cuantificar su impacto, llegar a la gestión más optima de los mismos y convivir con las consecuencias; y la incertidumbre de que otros inconvenientes llegarán y tendremos que estar en predisposición a solucionarlos. Porque seguro que llegarán más, eso es lo único cierto.
Ni preocupación ni despreocupación
Con esto no insinuo que debamos estar pre- ocupándonos de los problemas que puedan venir, se trata de un equilibrio entre la preocupación y la despreocupación. Y el punto medio estaría en la ocupación de conocernos a nosotros mismos para elevar las armas disponibles con un rango lo suficientemente ancho para asumir cualquier cosa que pueda venirnos y mediante esta ocupación estaremos creando una estrategia con probabilidad de éxito sin llegar a la preocupación.
El arma de la gestión emocional
Dentro de estas armas la más poderosa es la gestión emocional. Y esta gestión es fruto de un buen autoconocimiento y el aceptar que cualquier sentimiento es bueno, válido y te enseña, que nunca hay que luchar contra ninguno. Por muy malo que creamos que pueda ser. Porque la lucha sólo conseguirá encenderlo y el objetivo siempre ha de ser convivir y entender el por qué de sentirnos así.
Crecimiento como resultado del autoconocimiento
El crecimiento profesional y personal proviene de organizar nuestros recursos para hacer una aportación de valor mejor. Y para buscar esa aportación de valor hemos de saber en qué somos buenos y por ello analizar como gestionamos esos problemas descomprimiéndolos y mejorando nuestras habilidades. Analizando nuestra forma de resolverlos llegaremos a saber cómo pensamos y organizamos ideas y conceptos y eso nos dará una pista de cómo aportamos más valor. ¿Somos buenos bajando al detalle un concepto ya detallado? ¿O somos mejores armando una conceptualización a través de dos detalles aparentemente inconexos? Se trata de analizar(nos) continuamente y en cachitos pequeños. Cuando queremos solucionar todo a la vez, se llega al colapso y a la frustración. Para evitar este escenario o si ya hemos llegado a él, hemos de (re)confiar en nosotros y querer conocernos en profundidad.
Confiando en nosotros seremos más felices por muchos inconvenientes que se aparezcan en nuestro camino.