La definición que proporciona la Real Academia Española sobre el término “talento’’ es la mostrada a continuación:
1. m. inteligencia (capacidad de entender).
2. m. aptitud (capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación).
3. m. Persona inteligente o apta para determinada ocupación. 4. m. Moneda de cuenta de los griegos y de los romanos.
De las cuatro acepciones que proporciona, la que más se ajusta a mi visión de talento, es, sin lugar a dudas, una mezcla entre la segunda y la tercera, ya que creo que la aptitud que se tenga para desarrollar una determinada actividad junto con la capacidad intrínseca de cada persona forma lo que sería el talento. Si a esto le añadimos inteligencia y formación, tendremos ante nosotros un talento en potencia. Talentos ha habido siempre y siempre habrá, la problemática hoy día es que cuesta encontrarlo, tanto desde el punto de vista de un observador externo como desde el punto de vista propio de cada uno de nosotros. Encontrar nuestro propio talento se ha convertido en el rompecabezas del s.XXI, hay tanta información a nuestro alrededor, tanto ruido de fondo en nuestras vidas y tantísimos grados y másteres con nombres diferentes que resultan ser casi idénticos, que nos perdemos en el mundo que nos rodea. Desde mi punto de vista, podríamos agrupar a las personas por:
– Talento financiero. Aquella persona que tiene habilidad numérica y de la cual copiabas tus deberes de matemáticas en el colegio.
– Talento directivo. Capacidad de mandar, de liderazgo. Aquel niño que en el patio de colegio te retaba y te convencía para hacer una travesura en la que al final acababas tú castigado.
– Talento en comunicación. La persona que tiene capacidad para empatizar con el otro, de transmitir ideas y sensaciones, de generar confianza… Aquella persona que conseguías que cumpliese el castigo por ti, mientras tú llegabas a casa con la cara de niño bueno y la sonrisa en el rostro.
– Talento observador y analítico. Aquella persona que tiene la cualidad de barajar todas y cada una de las hipótesis y fijarse detenidamente en todos los detalles. Extrapolándolo al símil del colegio, sería aquel niño que trazaba el plan de ponerle tiza en la silla a la profesora para que ésta manchara su vestido nuevo, o aquel niño que se fijaba en que te habías hecho una trenza preciosa en tu pelo esa misma mañana.
– Talento soñador/alocado y/o creativo. Aquella persona que derrocha imaginación por los cuatro costados, que te empapa de fantasía y que no teme al qué dirán. Aquel niño que se inventaba las reglas del juego y cuestionaba el por qué tocar el balón con las manos en el fútbol era falta.
Básicamente así es como agruparía los talentos que van a hacer falta en este nuevo contexto. Los talentos que prevalecerán serán aquellos que sepan adaptarse a las nuevas condiciones, la gente flexible, que no se encasille, que sepa desarrollar su talento interno usando y amoldándose a las nuevas herramientas que se nos presentan. ¿Cómo se detectan y desarrollan esos talentos?
Primero: Conócete a ti mismo. Si tú no te conoces, será difícil que un observador externo detecte tu propio talento.
Segundo: Busca vías de desarrollo de tu propio potencial. Date a conocer. Completa tu talento intrínseco con una formación adecuada.
Tercero: Persevera. No te rindas. Alguien se fijará en tu talento. Ya sea vía Youtube a través de tu capacidad audiovisual, vía LinkedIn por tu completo perfil, vía publicación a través de algún artículo científico de tu grupo de investigación o simplemente en una tradicional entrevista de trabajo. No importa. Muéstrate al mundo como seas y alguien se fijará en ti.
Es un camino difícil en gran medida por la estructura arcaica que se presenta, ya que valoramos más un curriculum que una persona pro-activa en cualquier disciplina. Nos fijamos más en la cantidad de cursos que refleja una carta de presentación que en mirar a esa persona a los ojos y ver las ganas e ilusión que tiene por formar parte de nuestra compañía. Los conocimientos, queridas empresas, se aprenden, es simple formación. Valorar más una actitud, el esfuerzo o la positividad de una persona es lo que perdurará en la compañía, más quizá que aquel curso que hizo en el 2010 y del que puede que no le quede ni la más remota idea.
Además, hay mucha compartimentación en las empresas, lo que condiciona al trabajador a ser rígido, estático y no tener mucha libertad para actuar. Sigue un patrón que desencadena en monotonía y ruega un aumento de sueldo porque es su único aliciente, sin saber que la satisfacción que le producirá dicho aumento durará entre dos y tres meses.
La compartimentación influye en las personas, no les deja sacar el talento que llevan dentro, lo cual sumado al ruido de fondo de la sociedad actual —como he mencionado anteriormente— hace que se esté gestionando el talento de forma errónea.
A día de hoy, si tú estás en una empresa durante X años te pagan por antigüedad, ¿por qué alguien antiguo tiene que cobrar más que uno recién llegado? Se debería cobrar por actitud, por compañerismo y por aportar valor añadido, ese plus debería ir para aquellas personas que te sonríen en la máquina de café y te dan los buenos días con alegría… Cuanto mejor ambiente haya en una compañía, más cómodos estarán los trabajadores, llegando a la cima de la famosa pirámide de Maslow, y rendirán al 100%, lo que se traduce en mayor producción, es decir, mayor beneficio y un valor superior del ROI.
Todo esto nos lleva a la pregunta… ¿Se pagará por talento? ¿Se evaluará el mismo? Actualmente ya existen portales como nubelo.com, en los cuales tenemos profesionales de diferentes sectores a nuestra disposición si requerimos de ellos de manera puntual para una determinada tarea.
Sí pienso que va a haber una desintermediación en el mundo profesional y que iremos a buscar cada vez con más frecuencia UTE’s de talento como freelancer.com o workana.com, ya que nuestro conocimiento aunque tiene que ser amplio y englobar muchos campos, tiende a la diferenciación. Cada uno de nosotros tiene una marca personal, propia e intransferible que nos condiciona como trabajadores y que nos puede hacer los mejores para un trabajo de forma puntual —freelance— sin que a la empresa le interese contratarnos indefinidamente. Estas plataformas online son la herramienta base para acceder, gestionar y mantener relaciones con el talento.
Entramos de lleno al concepto, economía colaborativa, sí. Compartir en vez de poseer. Estamos ante una revolución que casa de lleno con las nuevas tecnologías. La economía colaborativa está llamando a nuestra puerta, miles de plataformas electrónicas se expanden a toda velocidad a nuestro alrededor. Hoy en día, a través de plataformas virtuales como Airbnb, Uber o RelayRides puedes sacar rentabilidad a tu coche o casa de manera eficiente, lo que abre nuevos canales de remuneración a nivel usuario sin que empresas físicas tomen parte —sólo con una mediación a nivel digital—. Incluso con la plataforma online shareyourmeal.net puedes compartir comida con tu vecindario o ahorrarte cocinar cada día pagando una pequeña retribución. Dogbuddy sería otro ejemplo de economía colaborativa, mediante el cual puedes dejar a tu perro en las mejores manos mientras tú disfrutas de unas merecidas vacaciones.
Referente al rol de los agentes comerciales, disminuirá en protagonismo en los próximos años ya que actualmente disponemos de suficientes canales para conocer los productos y no jugará un papel primordial o decisivo en el mercado futuro.
Como conclusión, estamos ante un gran cambio, ante una búsqueda de nuevos talentos y un nuevo paradigma empresarial que está produciendo y producirá nuevos flujos de monetización muy rentables, ya que se está consiguiendo aumentar la productividad mediante la reducción de costes debido al mundo online.
Este artículo forma parte de mi colaboración en el ebook de Foxize School: La gestión del talento en la era digital.