Creo que no descubro nada nuevo si digo que hemos pasado de la era del racionalismo (S.XX) a la era de las emociones (S.XXI). Básicamente creatividad e innovación son dos de las fuerzas que hacen mejorar el mundo, a través de nuevos avances y formas de hacer lo mismo de una forma diferente, lo que aporta a la humanidad ahorro de tiempo (dinero) y una mayor percepción de felicidad. Curiosamente, tanto la creatividad como la innovación tienen altas dosis de emocionalidad en sí mismas.
emoción 1. f.Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.
Tal y como dice la definición, la emoción, se trataría de un estado transitorio, pasajero; para que se produzca una emoción ha de haber previamente un estímulo. Así a modo breve podría decirse que la percepción del estímulo no es suficiente para los seres vivos. Necesitamos saber si esto que hemos percibido nos es útil y favorable para nuestra supervivencia como antaño. Este mecanismo que usamos para calificar el estímulo serían las emociones. La emoción es una respuesta, inmediata y momentánea que nos permite clasificar; así que como podemos ver esas discrepancias entre lo racional y emocional tienen mucho más común de lo que nos pensamos.
Las emociones: la brújula del S.XXI
De esta forma, los individuos disponemos del mecanismo de la emoción para orientarnos dentro del mundo. Nos intentamos quedar en aquellas situaciones que son favorables y huimos de las negativas que nos producen sensaciones tóxicas o dañinas. En la época de incertidumbre que nos ha tocado vivir, la intuición fruto de clasificar emociones pasadas es una gran aliada. Pero, ¿qué pasa cuando intentamos huir de las sensaciones malas? Que la manera más instintiva que tenemos de sobrevivir es la lucha, y la lucha emocional desemboca en un conflicto bélico en nuestra psique bastante difícil de gestionar.
Ni la euforia es tan buena, ni la tristeza tan mala
¿Qué hacer entonces cuando nos invade un sentimiento negativo? Lo primero sería identificarlo, una vez que identificamos una situación o un sentimiento, inmediatamente nos produce una tranquilidad. Todos hemos vivido el miedo cuando hacemos o nos vemos sometidos en algo por primera vez y la parsimonia con la que nos enfrentamos a situaciones del día a día. Un vez sepamos qué sentimos podemos intentar averiguar el por qué o qué nos ha llevado hasta ahí, a modo de que no vuelva a pasar y nos quede como una marca emocional que al verla nos haga recordar qué pasos nos han llevado a sentir eso y evitarlos. Aunque…cierto es que hay veces en las que no sabemos el por qué o simplemente es un cúmulo y no sabemos qué pondera más o menos en ese tsunami emocional.
Entonces simplemente podemos aceptar, que no luchar con ello. Si la brújula apunta hacia la tristeza y el malestar sin razón aparente, dejémosla un rato para que se reorganice de nuevo. Aceptar estar triste es el primer eslabón para dejar de estarlo. Un amigo me dijo una vez «ni la euforia es tan buena, ni la tristeza tan mala» y aunque sea una frase que a simple vista te pueda sonar raro, he ido viendo que tenía mucha más razón de lo que en un primer momento pensé.
Las emociones son la llave para el autoconocimiento
Autoconocer nuestro tesoro personal y saber tasar nuestras cualidades y puntos diferenciadores es clave, y en gran parte es la llave de las emociones la que abrirá ese gran cofre que somos todos nosotros. Saber qué nos produce más alegría, o menos; qué nos da más miedo, qué nos hace sentir incómodos, con qué nos sentimos más seguros, confiados o qué nos produce cosquillas placenteras de esas que nos vuelven locos y que otros llaman pasión, es vital.
Cada persona tiene cerraduras de más o menos seguridad emocional. Ya sea una cerradura acorazada o una con más predisposición a ser abierta, todos tenemos la herramienta para descubrir nuestro mundo interior.
Y tú, ¿ya has encontrado tu llave?