El otro día hablaba con un amigo acerca de la marca Mr Wonderful, y venga por delante que a mí la marca me encanta. Lo que me venía a decir es que a él la marca no le creaba simpatía porque le parecía irreal, poco creíble y que el bombardeo de mensajes positivos le producía una respuesta reactiva de incredulidad más que una proactiva de animarle a sonreír y ver ese día de color de rosa. Básicamente esa conversación me sirvió para ir más allá, no quedarme en los mensajes chachi pirulis que promocionan y en simplemente analizar como crean odio y amor a partes iguales; sino para darme cuenta que en las redes sociales todos nos hemos vuelto un poco así, wonderfuls por inercia.
No creo que tenga que aclarar que España es un país de extremos, hemos pasado de la desconfianza en las redes sociales a la publicación de ubicaciones y datos personales. Junto con este extremo ha venido unido nuestro escaparate profesional. Actualmente juraría que hay más CEOs que empresas en LinkedIn y es que como he dicho en el punto anterior, nos hemos vuelto unos wonderfuls. Parece que todos somos infalibles, triunfadores y que nada ni nadie nos puede tumbar. Que somos sólidos, firmes y siempre tenemos respuesta para todo. De todo sabemos. Que nada se nos escapa.
Y hasta aquí hemos llegado. Al menos yo no contribuiré a alimentar la red de cosas infladas y maquilladas en importancia. Y para eso he decidido presentar mi catálogo de fracasos. Sí, lo has oído bien. Vengo a desnudarme para ti.
Mi catálogo de fracasos en primicia
- A punto estoy de graduarme en Biotecnología cuando suspendí Biología en la selectividad.
- El hecho de haber suspendido Biología me hizo no tener la nota suficiente para entrar directamente en Biotecnología. Tuve que matricularme en otra carrera científica y pedir el traslado de expediente.
- Repetí la selectividad por si acaso mi traslado de expediente era denegado. En esta segunda oportunidad conseguí un 9,5 en Biología y la nota de corte de sobra para entrar en Biotecnología.
- Una vez en Biotecnología me di cuenta de que el laboratorio no me encantaba, cuando mis pensamientos en el Bachillerato eran convertirme en una gran investigadora de alto reconocimiento.
- No sólo no me gustaba el laboratorio sino que mi curiosidad por el mundo del marketing y la comunicación empezaron a pesar demasiado alterando toda mi visión de mi futuro por aquel entonces.
- Entonces decidí presentarme a un concurso de marketing que gané y gracias al cual tuve que exponer mi trabajo en el Palau de Congresos de Girona ante un gran audiencia de profesionales. El día antes me bloqueé en el ensayo, pensando en el gran día y en el miedo de fallar y quedarme en blanco. (Por suerte el día de la ponencia todo salió redondo y recibí un montón de apoyo por parte de todos)
- He mandado currículums y no he recibido respuesta.
- Me he quedado a medias en procesos de selección.
- Me he ido de ERASMUS a Irlanda pensando en mi alto nivel de inglés y me he dado de bruces con el acento irlandés y la complejidad que tiene.
- He suspendido exámenes que creía aprobados y aprobado otros que veía avocados al fracaso.
- He dicho malas palabras a mis padres, y he sabido pedir perdón aprendiendo a controlar mi verborrea.
- Me he enfadado con amigos por tonterías, y lo hemos sabido arreglar de la mejor de las formas.
- Me he equivocado en cosas creyendo que tenía la razón y he aprendido a rectificar y a asumir los diferentes prismas desde donde cada uno observa las cosas.
- He sido impuntual en alguna ocasión, y he tenido que pedir perdón y darme cuenta de cuanto una acción nuestra influye en los demás.
- He cambiado mi opinión sobre cosas, dándome cuenta de mi proceso de crecimiento y como una misma cosa la veía distinta con el paso del tiempo.
Y… seguramente si sigo pensando saldrían algunos más. Pero me pregunto un… ¿y qué? ¿Acaso difiero mucho de ti?
Esta soy yo, y sigo siendo la misma que cuando empezaste a leer el artículo. Creo que aceptar nuestras debilidades nos hace mucho más fuertes. Analizarnos hasta el punto de saber cuando no hacemos las cosas bien, conseguir ser críticos con nuestras actuaciones y llegar a estar orgullosos de sobreponernos. De querernos con todo. De reírnos de nosotros. En el ser humano el proceso de aceptación es continuo, pero te aseguro que cuando empiezas a valorarte y a querer mejorar desde dentro (no a alardear de mejorías) la rueda coge velocidad y todo es un proceso automático.
La humildad es una capacidad que curiosamente empieza igual que humanidad y es que al final, todos somos personas.
Mostrémonos más nosotros y dejemos de querer mostrarnos mejor que el vecino.
muy bueno, estoy completamente de acuerdo
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